jueves, 1 de enero de 2015

Trias, problemas fuera

Trias, problemas fuera

El alcalde ha rectificado sus planes en numerosas ocasiones para evitar el choque con los vecinos

Los cambios de rumbo en las Glòries, el cajón de Sants y el desalojo de Can Vies, algunos ejemplos

Xavier Trias es un político que procura poner por delante su condición de ciudadano. El alcalde de Barcelona usa la empatía, coge a los desconocidos por el brazo, siempre tiene un comentario amable. Compadrea. Hay muchos deportes en los que no gana el mejor, sino el que menos errores comete. Un repaso a su gestión desde el 2011 sugiere que esta es, para él, una idea nuclear. Lo que le pasó a su predecesor,Jordi Hereu, con la consulta de la Diagonal le quedó grabado.Trias esquiva los problemas graves. Y cuando eso no es posible, intenta anestesiarlos. Estar en minoría no ayuda, es cierto. Pero no, es un asunto de convicción: los problemas, cuanto más lejos mejor.

Can Vies, desalojo, disturbios y marcha atrás

El 26 de mayo pasado los Mossos d'Esquadra procedieron a desalojar Can Vies, centro social okupado de Sants con 17 años de historia. La ley estaba del lado del consistorio, ahí nada que objetar. Lo que siguió a aquel lunes fueron cuatro noches de disturbios callejeros, los más graves de la última década en la ciudad. ¿Solución? Apelando al orden, el diálogo y la concordia, Triasdecidió parar la demolición -el juez había ordenado el desalojo del edificio, municipal, no la demolición-, y pasada la tempestad, permitió que los okupas iniciaran la simbólica reconstrucción de un centro social muy arraigado en el vecindario. Los jóvenes se sentían victoriosos porque no les habían echado del todo, y el gobierno municipal mantenía una tensa calma cuyo desenlace todavía se desconoce porque no está claro si por ahí pasará o no una pasarela para acceder al parque sobre el cajón de Sants. Eso parece que se decidirá en el próximo mandato.
El paso sobre las vías es otro ejemplo de cómo el alcalde ha evitado el conflicto. Antoni Vives, concejal de Urbanismo, decidió dinamitar el consenso sobre el diseño de la cubierta del ferrocarril. En el mandato anterior se pactó un proyecto, pero él tenía otra idea. Se produjeron incluso sonados plantes a las asociaciones de vecinos. Pero al fin, en el último pleno del 2012, CiU votó a favor de recuperar el plan de Hereu.

La reforma de las Glòries

Ahora ya está todo encauzado, pero el proyecto de las Glòriestambién generó en su momento nervios e informaciones surrealistas. En enero del 2012, el gobierno local tuvo que retirar su plan tras intentar torpedear con su minoría de 14 concejales el consenso político y social alcanzado en el 2007. A partir de ahí, CiU recuperó la senda marcada en el mandato anterior, una plaza sin coches que debería estar lista en el 2018. Por el camino, en marzo del 2012, el arquitecto que en el 2003 había empezado a imaginar el futuro de este nudo viario, Daniel Mòdol, dimitía «por dignidad profesional». El gobierno argumentaba que este profesional era «uno de los 15 asesores» de la reforma de las Glòries, y a la vez negaba, como defendía Mòdol, que en el proyecto se hubiera pedido incluir un nuevo Parlament.

Indulto exprés

El pasado 26 de octubre, EL PERIÓDICO contaba la historia de Pere Cuadrado, el abuelo de todas las manis. Este hombre de 67 años se enfrentaba a una multa de 3.000 euros de la Guardia Urbana por protestar con un megáfono contra un desahucio. Sucedió el 24 de julio frente a la sede del distrito de Sants, y el motivo de la multa, aunque eran las cinco de la tarde, era «perturbar el descanso de los vecinos con cánticos reivindicativos». La publicación de esta noticia llevó al ayuntamiento a replantear su postura, e incluso antes de que el abogado de Cuadrado presentara un recurso rebajó la pena a 100 euros.

El precio del Bicing

En octubre del 2012, el gobierno de Trias anunció que el abono del Bicing subiría el año siguiente un 116% para intentar reducir el coste del servicio, por el que la ciudad pagaba cerca de 15 millones anuales. El anuncio generó una oleada de protestas, hasta que en el pleno de ese mismo mes, el gobierno, que no requería de mayoría política para aplicar ese incremento, decidió dar marcha atrás. Ese mismo día, unos 300 ciclistas hicieron sonar sus timbres en señal de protesta en la plaza de Sant Jaume. El incremento se quedó en el 3%, lo que marcaba el IPC. Y ya nunca más se supo.
En la Diagonal, el consistorio también tuvo que corregir una decisión vinculada a las bicis. La reforma entre la plaza Francesc Macià y el paseo de Gràcia no contemplaba separadores entre el carril bici y la calzada. Este diario se hizo eco en septiembre de la idea municipal de no separar a los ciclistas del tráfico motorizado, y las quejas de estos y de la oposición arañaron el compromiso de CiUde que finalmente se colocaría las gomas de caucho.

El turismo

El turismo ha sido uno de los mayores dolores de cabeza del alcalde, alimentado por una oposición que ha sabido emplearse a fondo apelando a la pérdida de identidad de la ciudad. El pasado septiembre, los vecinos de la Barceloneta iniciaron una cruzada contra el turismo intensivo que colma el barrio. Durante varias noches, los residentes expresaron su malestar por el turismo de borrachera, alojado en incontables pisos turísticos repartidos por toda la barriada. El ayuntamiento respondió con una ofensiva inspectora sin precedentes en todo el barrio para detectar alojamientos no autorizados. El propio Trias, a finales de agosto, se reunió con los vecinos. A mediados de septiembre, los residentes de la Sagrada Família también empezaron a movilizarse contra el turismo masivo. Solución: a finales de octubre el gobierno municipal congeló la concesión de licencias de pisos turísticos y prohibió el traspaso de los 9.606 que actualmente están registrados.

Nueva amnistía para el parque de la Oreneta

El pasado julio se conocía un acuerdo entre el gobierno y la inmobiliaria Núñez y Navarro que puso en pie de guerra al barrio de Sarrià. La ciudad cedía al grupo inmobiliario fundado por el expresidente del Barça un terreno junto al parque de la Oreneta para que construyera una urbanización de lujo. A cambio, el promotor donaba dos masías, la de Can Ripoll, en la calle de Alfons XII, en Sant Gervasi, y la Torre Garcini, en la calle del Xiprer, en Horta. El pacto permitía trasladar 2.500 metros cuadrados edificables con el objetivo de salvar esas dos fincas. CiU, que contaba con el concurso del PP, se quedó sola defendiendo el plan, y en la comisión de Urbanismo de noviembre no tuvo más remedio que aceptar una proposición de ICV-EUiA que instaba a descartar el proyecto. La empresa, como medida de presión, colgó en la Torre Garcini un cartel anunciando la demolición del inmueble. Por el momento, el enojo se ha trasladado de Sarrià a Horta, ya que urge encontrar un solar para salvar la masía. El traslado del cabreo puede tener un relato electoral, puesto que en el primer barrio CiU logró en el 2011 el 47,9% de los votos, y en el segundo, el 22,7%.

Del albergue al hotel de cuatro estrellas

El 17 de octubre, los 60 vecinos de una finca de la Teixonera fueron desalojados ante el riesgo de derrumbe del edificio. Los residentes fueron alojados en el Centro de Urgencias y Emergencias Sociales, donde según su relato, pasaron «la peor noche» de su vida. A la mañana siguiente se plantaron frente a su casa y le dijeron a los técnicos del distrito que no tenían ninguna intención de pasar otra noche en ese lugar. El ayuntamiento solucionó el tema llevándolos a un hotel de cuatro estrellas.

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